sábado, 19 de agosto de 2017

DIARIO X

Hace más de veinte años que vivo en el barrio de Sant Andreu de Barcelona. Pero ya de niño pasaba por aquí para ir a ver a mi tía, que también vivía aquí.
Recuerdo de siempre unas casitas junto al campo de fútbol. Por delante de ellas pasaba el autobús 40. A su lado estaba una zona fabril entonces muy activa llamada Can Portabella. En una de esas casitas cercanas había un par de cáctus inmensos, de más de tres metros de altura.
Con el tiempo las fábricas fueron desapareciendo y su lugar ocupado por pisos. Subsistió la casa más antigua que quedó con el nombre de Can Portabella y donde los vecinos tenían su sede.

Hace unos años también fueron abajo las casitas, luego la reforma de la propia Can Portabella, con la excusa de su ampliación, eliminó las vallas que la delimitaban, pero también se llevó por delante una buena cantidad de árboles y una colonia de felinos que allí subsistían. Dijeron que volverían pero no volvieron. Luego llegaron un par de bloques. Una de ellos se comió unos buenos metros del antiguo jardín. De la noche a la mañana desapareció uno de los cáctus obra y gracia de las obras, pero dejaron el otro que quedó en medio de la acera. Empezaron a vivir nuevos vecinos. Perimetraron el cactus con unas vallas desde el ayuntamiento. Ayer desapareció el cáctus. Las vallas no eran una protección, eran una señal para su exterminio.
Recuerdo al propietario de aquella casita. Un señor mayor que podía ser mi padre, laringectomizado. Hablaba con él de vez en cuando antes de llegar a mi casa. Hablábamos de gatos y yo apenas oía su hilo de voz. Ahora estaría muy triste viendo arrasado del todo su jardín. Sin recuerdos.
Me disgusta mucho la insensibilidad del consistorio, tan similar a la insensibilidad de los ayuntamientos anteriores. Y su afán arboricida. 
Ya sé que si no importan las personas, ni tampoco la pobre colonia de gatos, menos los árboles y todavía menos los cáctus por muchos metros que tengan. Pero hay a quien sí le importan.
Las ciudades tienen derecho a cambiar. Sí, pero han de escuchar y sentir la sensibilidad de sus ciudadanos. Si perdemos los referentes de nuestro entorno, la ciudad se convierte en algo ajeno a nosotros, algo vulgar, sin definición, en un espacio vacío y sin sentido. 
Foto de Can Portabella cuando subsistián los gatos, no había bloques, estaban los cáctus (aunque no se vean) cortesía de Google maps.

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