lunes, 23 de noviembre de 2015

DIARIO VII

Toda la mañana llevan las sirenas sonando en la calle Guipúzcoa de Barcelona, cerca de mi trabajo No es que haya ocurrido suceso alguno, ni atentado ni accidente, ni nada. Parece que hay una nueva "fiesta" de uniformados en el cuartel de la Policía Nacional. Suele ser bastante habitual desde que Fernández Díaz es Ministro del Interior. Prácticamente cada mes hay un día en el que se amontonan las furgonetas del Cuerpo Nacional de Policía, junto a las de los Mossos d´Esquadra. Hoy cuento más de veinte " lecheras". Todas las esquinas de la Comisaría de la Verneda se encuentran  tomadas, entrelazadas a través de una cinta blanca. Y en cada esquina, un policía. Uno de ellos me obliga a cambiar de acera con un gesto displicente de su mano derecha y sin mediar palabra. Cruzo la calle. Entonces me apercibo de que la cola del dni se hace una calle después, cerca de la acera que acabo de cruzar. El centro de la rambla se encuentra lleno de jubilados paseando. La gente transcurre ajena mientras de fondo suena el himno nacional. Nadie se detiene. No hay muestras de esas de júbilo patriótico que podrían ser comunes en otros países parándose en posición de firmes o con la mano en el corazón. Nada de eso. Todos pasean  sin reparar en el incremento del color azul en esta zona. Ya están acostumbrados a las numerosas visitas del ministro y de sus excentricidades banderiles y patrióticas. Así lo ha demostrado desde el primer día que llegó al cargo. Extendiendo banderas, sonando himnos, condecorando vírgenes. La mejor conclusión del momento es pensar en lo ajeno que resulta al barrio, a la ciudadanía, a la ciudad. Como si hubiera un espectáculo al cual uno no hubiera sido invitado. Es toda una forma de hacer y de pensar. Cerrarse cuarteles adentro, excluir a la ciudadanía, como tiempo atrás, ahora que se celebra el aniversario de la muerte del dictador.

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