A veces sé que, cuando vaya a abrir la puerta de la biblioteca, me encontraré los libros abiertos de par en par, leyéndose unos a otros. Por eso pego mi oído antes de entrar. Me demoro unos instantes para darles tiempo a recomponerse y así comprobar que todo sigue en su sitio, como no podría ser de otro modo.
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