jueves, 18 de julio de 2013

DE BARTLEBYS Y PUBLICACIONES

He dejado de sentir interés por publicar. Debe ser que, como decía Vila-Matas, voy a empezar a convertirme en escritor ágrafo o en Bartleby. Ya saben, preferiría no hacerlo (Lean Bartleby, el escribiente de Herman Melville, y Bartleby y compañía de Enrique Vila-Matas). Me explico. Mis dos libros anteriores han sido publicados en una editorial pequeña. Los anteriores eran en ediciones conjuntas todavía más infames. Muchas veces los escritores confundimos nuestro ego con la publicación de un libro. Es decir que la publicación del libro lo único que hace es engrosar nuestro ego pero no necesariamente sirve para darnos a conocer ni para que nos lean. Esto ocurre a menudo cuando las editoriales en las que publicamos no hacen ningún tipo de campaña publicitaria o ni siquiera se preocupan por enviar ejemplares a la prensa, básicamente para que los reseñadores puedan hacer su trabajo, sobre todo los de los blogs porque salir en los grandes medios se ha puesto muy difícil. Lo de organizar una pequeña gira para dar a conocer el libro es ya cosa de risa. Conozco a más de un escritor que se la ha pagado de su bolsillo. Y también conozco el caso de otro escritor que todavía ni siquiera ha recibido compensación económica por sus gastos, es decir ni la mínima liquidación por ejemplares vendidos. Puestos así el escritor tiene que encargarse de todo. Y a uno le gusta escribir pero no tiene porqué gustarle vender (Ya saben el dinero es necesario pero el mercantilismo es otro mundo). Por eso mismo, al menos yo, me he planteado no volver a publicar en esas condiciones. Si para volver a publicar tengo que encargarme de todo, dimito. 




¿Quién no se ha encontrado alguna vez en una presentación literaria en la que se ha visto obligado a comprar un libro más por pena que por interés? Hace poco se lo decía a otro amigo escritor que se sintió obligado porque asistió a una encerrona literaria y no a una presentación. Yo le preguntaba si quizá le interesaba el autor o el tema del libro. En fin, que acabó comprando un par de libros de dos autores que tampoco le decían nada.¿Y todo para qué, me pregunto? ¿Qué sentido tiene publicar un libro que sin promoción alguna va a ser pasto de familiares y amigos? ¡Ya basta de sablear a la gente que te rodea! ¿Sirve eso literariamente para algo? ¿alguno de esos familiares siquiera se lo leerá? ¿te dirán luego lo fantástico que es y lo buen escritor en que te has convertido? Sirve sólo, y volvemos al principio, para engordar el ego del escritor.

Dejémonos de hipocresías. Conozco a un poeta que sus primeros libros los publicó porque pagó a la editorial, aunque nunca lo confesará porque la editorial que se los publicó teóricamente no es una editorial de autopublicación. En su caso quizá le sirvió para despegar, al menos para ser conocido. No para vender mucho.Y ahí sigue con su aureola de poeta maldito, refugiado en su turris eburnea.

Publicar no es difícil, publicar en condiciones decentes ya lo es más. Se ha democratizado la publicación y cada uno puede publicar lo que desee que para eso existe la autoedición y la coedición y habrá casos en que hacerlo vaya bien, no voy a decir que no. En absoluto. Pero tal y como le decía a mi amigo escritor, el de la encerrona literaria, una cosa es que todos tengamos derecho a publicar y otra muy diferente es que lo tengamos a que nos compren el libro o nos lean. 

En poesía es bastante peor. Corren tantas editoriales y pseudoeditoriales e inventos diversos que publican basura que la propia poesía está absolutamente desprestigiada. Intentar publicar poesía en una editorial con cara y ojos que cuide mínimamente al autor y que tenga algún tipo de publicidad me temo que es una historia de Alicia en el país de las maravillas y que quizá sólo se lo puede pretender García Montero. 

Leía hace un tiempo que el libro de poesía más vendido en la última década era uno de Joaquín Sabina. Ya me dirán cómo está el patio.

Y de las editoriales que tienen ojos pero quizá más cara de la cuenta  ya ni les digo nada, pero no todas son tan serias como los lectores creen.

O sea que volvemos al principio. Ya me dirán ¿me hago Bartleby o qué?

Foto de Herman Melville cortesía de la Wikipedia.

2 comentarios:

Beatriz Ruiz dijo...

Amigo, es complicado ese mundo del que nos hablas. Y más en estos tiempos que poco o nada se lee.
De todas maneras siempre pensé que en las artes algunas veces es más ventajoso estar en el sitio adecuado y en el momento justo que tener realmente talento, eso es nefasto!!!... De todas maneras yo te leeré y no por ser amigo. Eres un escritor inteligente, bueno, eres una persona inteligente, osea es un placer leerte. Besos...

V. Alonso dijo...

Es normal, pienso, que se pierda el interés por publicar, si el autor aprecia que todo el trabajo que conlleva la creación de una obra artística es luego menospreciado por editoriales y librerías (yo creo que el librero también tiene gran parte de culpa) a las que solo les interesa la rentabilidad económica a corto plazo, aunque eso conlleve la venta de basura impresa, en detrimento de obras muy interesantes que sencillamente no llegan al lector porque no sabe que existen.
Parece ser que en los tiempos que corren la buena literatura de autor poco conocido está condenada a la “autopromoción”, a un golpe de suerte, o al olvido…
Me resulta difícil concebir la idea del escritor ágrafo, salvo, claro está, que la agrafía a que haces referencia sea una elección estética en sí misma, lo que nos lleva a una contradicción de difícil síntesis: ¿cómo escribir sin escribir?... El silencio es también un gran comunicador, pero elucubraciones aparte creo que no queda otra salida que la de auto promocionar lo que se escribe haciendo uso de las redes sociales, de los formatos electrónicos de publicación, los blogs, etc.: además de escritores habrá que hacerse experto en mercadotecnia.
Todo es válido, pero por favor, Luis, no te asocies con Bartleby.
Un abrazo. Víctor Alonso.